Íker y Robinho

Actuaciones como las de ayer han convertido a Íker Casillas en algo más que un guardameta, en algo más que un futbolista. Sí, es algo superior, es un personaje mesiánico. Sus felinas intervenciones no sólo salvan al colectivo, sino que hacen que éste se sienta más seguro de sus inseguridades, más protegido de sus debilidades. Ayer el Zaragoza hizo de él un muñeco de pim-pam-pum, le exigió como nunca hasta ahora, pero respondió como siempre. A través del televisor se veía el rostro afligido del cancerbero, cual anciano al que atormenta la vejez con sus achaques. Demasiado estrés. Pienso que Cristiano Ronaldo en el ManU, Messi en el Barcelona, o Kakà en el Milan no son tan decisivos como Casillas aquí. Escrito queda.

Robinho no tuvo un protagonismo tan fecundo, pero también fue clave en el área enemiga. Sus diabluras provocaron un gol y una asistencia para que Van Nistelrooy abriera el marcador, en un día en que el R. Madrid fue incapaz de mover el esférico con un mínimo decoro. Los de Víctor Fernández desarrollaron una señora contienda; demostraron las razones de sus estimables presagios cuando comenzó el curso, corroboraron que tienen muy buenos futbolistas, Diego Milito y Oliveira valdrían para cualquier grande, hicieron todo para ganar y lo merecieron. Íker y Robson lo evitaron. Ellos son los responsables de que se mantengan los 7 puntos con el Barça; son los culpables de que el madridismo pueda saborear las delicias de las considerables distancias.