El hastío

Ni presencia de ánimo ni valor en la adversidad: este Madrid produce el hastío. Nuestro corazón debe colaborar con nuestra mente en una autocrítica feroz; no debe desplazarla, taparla o encubrirla. La insulsez con que este equipo afrontó el partido contra el Almería en el estadio Mediterráneo, estando en juego compartir el liderato con el Barça, es una taciturna bofetada de realidad difícilmente asumible. Mi desánimo se ensancha al ver que, a domicilio, con el marcador en franquía, nos empeñamos en hacer un fútbol especulativo para el que no estamos preparados. Entre otras cosas porque el mensaje del club, con el despido de Capello, no es ése.

Nunca en mi vida vi a Robben jugar tan rematadamente mal; una victoria sin Van Nistelrooy parece un desiderátum; Diarra hay días que tiene la peste porcina; cuando Guti sale en las 2ª partes el equipo no sólo no avanza, sino que retrocede; aguantar las lagunas tácticas de Gago, y sus continuas pérdidas de balón, es tener que arrancarte del alma penas chicas y grandes; Sneijder es víctima de la anarquía de Schuster, de la mezcolanza de estilos de un técnico que aún ignora si somos ofensivos o defensivos.

Se decía que este R. Madrid no tenía corbata; se decía que en los despachos su discurso carecía de laconismo y que los sedimentos que podían quedar en el camino eran tan palmarios como preocupantes, pero que en el césped la implicación de los vestidos de corto era a prueba de bombas. Estoy empezando a creer que Schuster recoge las soledades que sembró con sus silencios. Me da la sensación de que sus futbolistas ayer no hicieron por él todo lo que debían. O quizá no fuese así, pero es la impresión de dio y ya vimos el resultado.