Cuando sólo se ve lo que interesa ver


Obedeciendo a un impulso irreprimible de solidaridad, el Real Madrid se personó en esa Lorca, entre cuyas junturas se inmiscuye la desolación y en donde asoman mamposterías que preconizan sus equilibrismos para no caer, desmigajada por el impacto de un seísmo mefistofélico. Con el deseo de ayudar a los lorquinos a quebrar la cadena del dolor, Florentino Pérez y sus jugadores, dieron muestras de una sensibilidad que tan duradera huella dejará en el espíritu de una población que debe mostrarse inasequible al desánimo, ahora más que nunca.

El fútbol es más que un deporte. Cuando la vida nos presenta una serie de sostenes amables (un porvenir más o menos cierto, un rumbo establecido) la sacudida del fútbol actúa como un acicate. Cuando esos sostenes faltan, el fútbol se torna más desesperado, es muy parecido a un grito de supervivencia. Miles de personas que aprendieron a convivir con la desesperación, encontraron en el fútbol una vía de escape capaz de hacerles olvidar sus penas, al menos, durante noventa minutos. El miércoles, a cualquier ciudadano de esa localidad murciana que ya pertenece a todos, le hubiese resultado fácil explicar esto que escribo.

Pero el Madrid, pese a gestos como éste, nunca logrará empalmar su imagen con un sentimiento congraciador, más allá de su afición. Los antimadridistas siempre se harán eco de cualquier salida de pata de banco de Mou, no de cualquier gesto que invite al elogio, porque no quieren vencer ese odio un tanto irracional y atávico que tributan a los blancos. Del Madrid sólo se ve lo que interesa ver. El detalle de Lorca se perderá en el olvido, y el equipo tendrá que seguir viendo cómo las aficiones que le reciben no se esfuerzan en imprimir a su voz un deje mínimamente hospitalario.

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Foto: REAL MADRID

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