La 2ª revolución industrial y el movimiento obrero

La segunda revolución industrial cambió el mundo. Cambió a la gente, pero también cambió sus formas de vida. La dinamo del belga Gramme nos permitió no depedender de los ciclos día/noche; el taylorismo alteró la forma de trabajo en las fábricas; por el canal de Suez no dejaron de ir y venir embarcaciones que comunicaron Europa con África y Asia; el teléfono y la radio variaron la forma de relacionarnos; los alimentos pudieron conservarse mejor gracias a innovadores sistemas frigoríficos y de enlatado; y medios de transporte como el autómvil nos introdujeron en una nueva era. Los avances anteriores, indudables, acarrearon un coste: la decisiva participación de la banca tanto en las empresas como en las decisiones gubernamentales. La 2ªRI tuvo diversas etapas económicas. En el tiempo, abarca desde 1870 hasta la primera guerra mundial. Hasta 1873 la economía mantuvo una tendencia más que positiva. Pero en 1873, llegó la recesión, que derivó en una crisis que se prolongó hasta 1896. Los motivos de esta crisis fueron la carestía de oro (de vital importancia en aquellos días) y la crisis de superproducción (los países producían a una velocidad que el mercado no podía seguir). Los gobiernos (recordemos que esta segunda revolución industrial se dio, principalmente, en Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, Japón y Rusia) la remediaron gracias al proteccionismo financiero y las aventuras coloniales. Lo anterior (unido a los nuevos yacimientos de oro hallados en Alaska, Australia y África del sur) invirtió la tendencia negativa. La demanda y la economía dejaron de estar contraídas. Esta revolución no fue sino la mixtura de técnica, ciencia y capitalismo financiero. Asentó el modelo democrático liberal, una forma de gobierno que trasformó ciudades, generó movimientos migratorios y crecimientos demográficos. Los elementos clave en esta segunda revolución industrial fueron la electricidad y el petróleo. Estos, unidos a una tecnología cada vez más moderna, multiplicaron la forma de hacer negocio. No solo eso, además mejoraron las ya existentes. La industria siderúrgica (clave en lo que pasó a ser un sector axial: el sector armamentístico), la textil, la alimentaria, la química, etc., dieron impulso a una economía cada vez más dependiente de la banca. Aparacieron, igualmente, las Sociedades Anónimas llamadas a minimizar el riesgo de los inversores, y también el trust, el hólding o el cártel: asociaciones empresariales que monopolizaban la producción y los precios. Aparecieron, grosso modo, la acumulación de capitales y la acumulación empresarial; las cuales, por más que generaron un bienestar generalizado, reunieron la riqueza cada vez en menos manos. Pero el gran capitismo pecó de egoísta. Las condiciones insalubres de los hombres, mujeres y niños que trabajaban en las fábricas (explotados a cambio de sueldos míseros), ante la mirada de unos gobiernos incapaces de advertirlo, generó en los obreros una conciencia de asociación. Los obreros empezaron a actuar para cambiar su modo de vida. Y lo hicieron según los principios de estas ideologías: socialismo, anarquismo y sindicalismo.La dogmática de Marx, padre del "socialismo científico", guio a los proletarios in illo témpore. Para él la economía es el fundamento de la historia: la propiedad privada comporta la prevalencia de los explotadores (que poseen los medios de producción y explotan a los que no los poseen) sobre los explotados. La única salida a esta situación consiste en que dichos medios de producción sean públicos y no pertenezcan a nadie (o sea, en que no exista la propiedad privada). Con los medios de producción puestos al servicio público, se acabarán los explotadores y los explotados. Y según Marx, esto se haría realidad inexorablemente, ya que los capitalistas avaros cada vez eran menos, mientras que los proletarios explotados cada vez eran más. Pero el socialismo se escindiría en dos corrientes: una moderada, que al ver que las predicciones de Marx no se cumplían, optó por participar del sistema; y otra radical, que se dio en Rusia. Allí, el Partido Obrero Socialdemócrata se dividió en bolcheviques y mencheviques. Ambos eran marxistas, pero mientras los primeros abogaban por la revolución sin espera alguna, los segundos la deseaban cuando el sistema capitalista hubiese descuartizado el sistema zarista: querían asaltar el poder cuando el zarismo ya no existiese en Rusia. El anarquismo tuvo su principal ideólogo en el ruso Bakunin. Era un movimiento libertario que deseaba que la sociedad se organizara en comunas. Renegaba del estado y las instituciones. Y del ejército, pues ya que sin estado, este no sería preciso. No quería formar parte del sistema parlamentario y deseaba una confrontación constante con el sistema burgués. En el sindicalismo hubo dos tendencias: una reformista, formada por los alemanes (ligados a la socialdemocracia), los ingleses (que, junto a los socialistas, formaron el Partido Laborista) o los españoles de la UGT, que quisieron mejorar las condiciones de los trabajadores participando del sistema; y otra revolucionaria, influeciada por el anarquismo bakunista, que no quiso formar parte del sistema y optó por el sabotaje y los atentados. Este fue el caso de la CNT en España e Italia. En relación con las Internacionales, como dije, los obreros, dada su precaria situación, adquirieron conciencia de asociación. Esto significó diversas reuniones a escala internacional, en las que discutieron sobre sus problemas. I Internacional. Nació en Londres, en 1864. Optó por el internacionalismo y el centralismo, amén de por el antimilitarismo y el reformismo social. Tras un período en que pudo reunir a un buen número de afiliados, los desencuentros entre marxistas (que querían participar en política) y bakunistas (que no querían hacerlo) condujeron a su final. II Internacional. Respetando los principios del internacionalismo, optó más por un federalismo. Nació con el centenario de la Revolución francesa, en París, en 1889 (participó en ella Pablo Iglesias). También contó con dos tendencias difíciles de conciliar. Los moderados querían aliarse con los partidos socialdemócratas burgueses, pero los radicales se oponían a ello. Los radicales se oponían al colonialismo, mientras los moderados no lo hacían con la misma energía. Pero lo que dio la puntilla a la II Internacional fue la postura de los socialistas alemanes, franceses y austriacos ante la primera guerra mundial. El apoyo de estos a una guerra nacionalista como aquella puso punto final a esta nueva aventura obrera. III Internacional. Las 21 condiciones de Lenin presidieron esta nueva reunión que se produjo en Moscú, en 1919. En ella se habló de expandir por el mundo la revolución y de la obediencia que habría de prestar a Moscú cualquier organización comunista, fuera del país que fuera. Pero Stalin, viendo el auge de los fascismos, empezó a aliarse con los partidos socialdemócratas (frentes populares) y aminoró la internacionalización leninista. Además, la política de Stalin en la segunda guerra mundial tras la invasión nazi, las alianzas que tuvo que asumir, conllevó, en 1943 en Teherán, la disolución de la III Internacional. IV Internacional. Fundada por Trotsky y sus partidarios en París en 1938 (Stalin había expulsado de la URSS a Trotsky) fue, básicamente, 'antistalinista'. Pues consideraba que Stalin había traicionado los principios de la Revolución de octubre, los cuales esta Internacional se encargaría de reflotar. (En 1940 Trotsky murió a manos del español Ramón Mercader). Entró en crisis en 1953 y se disolvió.

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