La Guerra de la independencia y el reinado de Fernando VII

La invasión napoleónica de España, aprovechando la crisis de la nuestra Monarquía (Conjura de El Escorial y Motín de Aranjuez) y la forma tan ruin en que la misma se plegó a los deseos franceses, secundada asimismo por el Consejo de Castilla y la Junta de Gobierno, despertará un fervor patriótico sin precedentes que enlazará con los principios del liberalismo del XIX, que a su vez introducirá a España en el parlamentarismo. Una nación de ciudadanos, España, se erigirá en la receptora de la soberanía mientras Fernando VII permanezca cautivo de Napoleón. Las juntas locales y provinciales, amén de la Junta Central presidida por Floridablanca, por mucho que estuvieran formadas por personajes notables de la época, constituyeron en sí toda una revolución en tanto en cuanto era el pueblo el encargado de dirigir los designios del país. José I, rey impuesto a España por Napoleón, reinó sobre un terreno en armas que no le quería y sobre un puñado de afrancesados que le apoyaron por ver en él la solución al retraso secular de España. Y lo cierto es que el Estatuto de Bayona, una carta redactada a mano por el Emperador más que un texto constitucional, coincidía en algunas cosas con la primera constitución de nuestra historia; por ejemplo, en la supresión de la Inquisición, el feudalismo y los privilegios señoriales. José I quiso llevar a cabo mejoras de naturaleza urbanística o cultural, amén de la modernización de la administración, pero ni los españoles le aceptaron ni los altos mandos franceses (que aquí se comportaron como virreyes y obedecieron solo a su hermano) le allanaron el camino. Por tanto, sus buenas intenciones quedaron en eso, en intenciones. Primero en campo abierto, logrando victorias históricas como la de Bailén (la primera derrota del ejército imperial en campo abierto), y después mediante la guerra de guerrillas (hostigando al invasor, apuñalándole por la espalda, interceptándole la correspondencia), con ayuda de los ingleses, España batallará seis años (1808-1814) en su suelo contra el ejército más poderoso del mundo. Y logrará expulsarlo. En el recuerdo colectivo permanecen Agustina de Aragón, Dahoíz, Álvarez de Castro, Castaños, el Empecinado o el cura Merino como símbolos más o menos afortunados de la resistencia al invasor. Pero lo que más ha pasado a la historia de aquella época fue la promulgación de la Constitución de Cádiz en 1812. Las Cortes de Cádiz convirtieron a los españoles en ciudadanos en lugar de súbditos, decretaron el libre comercio y el fin de las trabas arancelarias, derogaron los privilegios señoriales, sancionaron la separación de poderes, acogieron a las colonias americanas en el proceso revolucionario; en definitiva, dieron carpetazo (hay que decir los "liberales" se impusieron a los "serviles" amantes del Antiguo Régimen) al absolutismo de un rey que a partir de entonces no prevalecería sobre la soberanía nacional. Pero Fernando VII, mediante el Decreto de Valencia, volvió a establecer el absolutismo, que siguió vigente salvo durante el Trienio Liberal (1820-1823) fruto del pronunciamiento militar de Rafael de Riego, cuando regresó al trono. El rey Felón, durante su reinado, persiguió cualquier resquicio de liberalismo que supusiese la apertura a los ideales revolucionarios. El propio Riego o Mariana Pineda pasaron a la historia como mártires de la causa liberal. Si bien, también es verdad, que durante la Década Ominosa (1823-1833), derivada de la invasión de los Cien Mil hijos de San Luis, se mostró partidario de hacer alguna reforma (el Código de Comercio de Luis López) que alarmó a los ultrarrealistas. Fernando VII es, sin duda, uno de los gobernantes más pésimos de nuestra historia. No sólo por haber retardado el progreso de España apartándola de la Ilustración y las Luces, sino por la forma en que traicionó a todo el mundo y por su pésima gestión en la pérdida de las colonias americanas (fue incapaz de mantener una ligazón económica con ellas, lo que empeoró aún más el día a día porque la economía dependía en exceso de aquellos territorios). Las colonias americanas, aprovechando la invasión napoleónica, llevaron a cabo su propia revolución para independizarse de España porque la burguesía criolla sentía que la metrópoli obstaculizaba su progreso. Simón Bolívar o San Martín quedaron como héroes de la independencia. Pero Bolívar, que quería unificar América latina al modo norteamiricano, tras tanto guerrear, no logró lo que anhelaba. La influencia que España ejercía en aquella tierras pasará a manos de Inglaterra y Estados Unidos.

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