Patria, de Aramburu

La novela de Aramburu habría de figurar en la lista de lecturas obligatoria de toda persona que quiera conocer por dentro la siniestra historia de una banda crudel cuyos actos obtuvieron el seguidismo de quienes se decían y creían, al igual que los asesinos, pueblo oprimido y elegido. Mediante la construcción de unos personajes dispares que pertenecen a dos familias cuyas relaciones internas se manifiestan en base a la discrepancia sobre casi cualquier cosa, y con el manoseado "conflicto" de fondo, Aramburu traza un relato sumamente realista de una sociedad antiliberal, obtusa, señaladora y pendiente del no participante de mesianismo vasco, hasta provocar el distanciamiento de dos matrimonios que se adoraban,algo que ocurre cuando uno de los hijos, Jose Mari, empuña la escopeta para sacar de Euskadi al opresor y el Txato, uno de los patriarcas, decide no pagar a ETA el impuesto revolucionario. Difícilmente se puede plasmar de un modo más descarnado el escandoloso papel desempeñado por la iglesia vasca en aquella locura: el personaje de Don Serapio espolea desde su púlpito el fanatismo de sus escuchantes hasta evidenciar por qué la banda terrorista nació en un seminario. Patria nos presenta un cuadro de trazos íntimos donde los actos de ETA producen o vertebran biografías fallidas: médico de éxito adicto al coñak, esposo que cuida su huerto para dejar de pensar, intelectual incomprendido, paralítica que mixtura su taciturna realidad con un revés matrimonial... Aramburu lo consigue y de ahí lo categórico de su trabajo: en todo subyace la actividad de ETA y las consecuencias que lleva consigo. Nada tan desgarrador como la militancia de Miren, madre tan sufriente de la dispersión como tan justificante de la sevicia que acarrean los crimenes etarras, y la obsesión de Bittori por cerrar el círculo del perdon, un perdón que únicamente puede darse mediante una petición por carta. Carta que ha de enviarle Jose Mari, expresión cimera y táctil de la implicación en la lucha más basada en la concienciación que en la reunión de argumentos (para él palabreos y pijadas teóricas) en derredor de una causa, y quien, entre rejas, tras muchos años, abriga la convicción de ser víctima de una estafa. No debe haber sido el único. PD: Gracias, Rocío.

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