Pablo Iglesias y la comunicación

No creo que a Pablo Iglesias debamos valorarle tanto por las ideas que preconizaba, esencialmente erradas, como por lo que significó su figura en un momento muy determinado; porque las ideas, ancladas en un comunismo rancio que prometía los cielos por asalto, sonaban ya muy antiguas por más que se espolvorearan con la modernidad de Juego de Tronos; en cambio, su irrupción en la escena política de nuestro país nos mostró al personaje con el manejo de la comunicación política más extraordinario que hayamos conocido. Fue un agitador de conciencias en la denuncia, más que atinada, de los privilegios de una casta en un escenario sin futuro para miles de personas. Este país tenía (y tiene) un paro juvenil desorbitado, y quienes tenemos la suerte de trabajar y pagarnos la hipoteca o lo que gastamos no podemos sino empatizar con quien tal mal lo pasaba, mientras los ex altos cargos de nuestra política acababan en los Consejos de Administración de aquí o de allá sin más filtro que el que ellos quisieran establecer. Unamos a lo anterior los casos de corrupción, in illo tempore en su punto álgido (ERES, GURTEL). Y aquí aparece Iglesias. Y cuenta lo que ocurre. Y lo hace gracias a una mezcla de activismo y pedagogía social y comprometida cincelada en el laboratorio de Políticas de la Complutense. Y la gente lo escucha, como ha escuchado a Ayuso ahora. No nos engañemos, el ciudadano no hace otra cosa: escucha, escucha, escucha, se halla sobrepujado de información, pero acaba reteniendo lo que se le antoja más sugestivo. De Ayuso ha acabado reteniendo que solo ella les iba a devolver las terrazas, la hostelería, su vida anterior a la pandemia. El resultado ya lo hemos visto. Años atrás, Iglesias dijo que para él el patriotismo era que a un español no le cortaran la luz las demoníacas eléctricas y se quedó a un meñique de sorpasar al PSOE en las generales. Tanto VOX como Podemos equivalen a una aventura que un país tan pendular como éste no se puede permitir. Por ello, los partidos clásicos, en aras de que vuelva un bipartidismo estable y práctico en un contexto donde el ciudadano está saturado de mensajes, deben preocuparse por ser la solución, no el problema. Porque con sus comportamientos abonaron el terreno al mensaje de Pablo Iglesias: un fantástico comunicador de ideas equivocadas.

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