¿Pero de verdad queríamos fichar a Cazorla?

Es imposible presenciar de un modo aséptico un día como el de ayer: la prolongación de contrato de Cazorla, inesperadísima, me dejó con la boca abierta por el estupor, con las mejillas arreboladas por el sonrojo. Fue una dentellada en una costilla. Yo quería ver de blanco al jugador asturiano porque lo consideraba un fichaje pintiparado para el R. Madrid. ¿De verdad dijo "no" a nuestro club?, y que conste que esto no es un alegato en defensa suya. La voz de Julio Llorente (su representante)  fue vox clamantis in deserto: Pedja no respondió a su oferta, y Cazorla se dio cuenta de que el Madrid le quería... pero no a cualquier precio. El resto de la historia ya la conocemos: la directiva castellonense, con el inefable negociador Roig a la cabeza, se llevó el gato al agua.

Santi Cazorla, por 16 millones, era un fichaje accesible e inteligible. Tengamos en cuenta la juventud, descaro, profundidad, polivalencia y potente disparo de un jugador que el año pasado aprendió a competir: fue clave en un equipo que sacó más puntos que Barcelona y Sevilla, y en la Euro fue un comodín fundamental. Pese a ser un novato, el día de la tanda de penales ante Italia, frente a Buffón, asumió su responsabilidad con una seguridad encomiable. Esta transferencia no era como la de Kaká, estaba alejada del esnobismo de la prensa, pero hubiese enriquecido el utillaje de Schuster.