Guardiola no es un hombre corriente


Aterrizó para evitarle al FCB el escrutinio de la oscuridad; el avance de la senectud lo ha maltratado, avasallado casi, dejándole más barbicano (entrecano más bien); el escaso pelo que sobrevive a su calvicie resalta aún más los estropicios producidos por la presión. Sólo con una piedad sobresaltada de grima podremos observar dos fotos: la que preside esta columna y la de su presentación como entrenador. La diferencia entre ambos retratos no sólo evidencia lo desmejorado de su aspecto, sino además que cumplió su propósito: ya no existe la oscuridad; pero en cada lance irrelevante del juego él seguirá percibiendo esa vibración medrosa que nos asalta en las circunstancias agónicas. No, ya no existe la oscuridad, pero la vejez continuará con su avance y dándole enviones.

La historia se pone en marcha gracias a iniciativas importantes y, por lo tanto, gracias a personalidades de envergadura. Gracias a aquéllos que, como dice Goethe, son capaces de tirarle de la manga y hacer algo. Hace falta intuición, análisis, en resumen, cualidades personales fuera de lo común. Johan Cruyff es un claro ejemplo. Estoy seguro de que si a Guardiola le interpelaran sobre su comparación con 'El Flaco', respondería lo siguiente: "Él es Dios, y yo soy un hombre corriente". Guardiola se asigna un papel casi servil de intérprete de la historia azulgrana, de criptógrafo que descifra las escrituras. Ha de verse en ello la modestia de su humilde deseo de ser el cepillo de carpintero en las manos del Creador.

Guardiola no es un hombre corriente, puesto que ha sabido anticiparse al avance de los tiempos y captar las tendencias que le han permitido mejorar el catecismo 'cruyffiano' sin forzarlo ni violarlo. Ante tan excelsa obra, el forofo madridista que estas líneas traza, podría incurrir en declaraciones incoherentes o en soliloquios divagatorios que se adentrarían en una espiral de delirante estupidez. Pero no sería de recibo malquistarse con el sentido común, estando como estamos delante de un equipo al que contempla la historia del fútbol mundial. Y Pep Guardiola es el responsable de ello. Únicamente cabe el elogio para quien desbrozó caminos nunca antes hollados.

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Foto: EL PAÍS

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