No lo esperábamos


Borges sentía por Suiza una profunda e indisimulada admiración. Quien fuera uno de los más prolíficos literatos del siglo XX (que tuvo en el país helvecio su primer contacto con el idioma alemán) decía que un país siempre neutral y no pugnaz, que en modo alguno se planteó ser un imperio, y en donde se reunieron alemanes, franceses e italianos para convivir y respetarse, sólo se podía considerar maravilloso. Los españoles, que asimismo poblamos Suiza hace muchos años, no tuvimos su misma simpatía por el país helvético durante los 90 minutos que duró el calvario al que nos sometió el gran planteamiento de Ottmar Hitzfeld.

Tal día como hoy, aguardábamos el debut de nuestro país en el Mundial sudafricano, que se produjo el día siguiente. No creíamos que la derrota nos acabaría arrellanando en sus brazos, cuando menos lo esperábamos. Desde el primer instante Xavi y compañía no estuvieron cómodos sobre el césped, pero les vimos convencidos de la victoria; con el transcurso de los minutos, se tiñeron de una inconcreta ansiedad, pues adolecían de falta de profundidad y únicamente ponían a prueba al meta Benaglio de guindas a brevas, y desde muy lejos. Los nuestros acumularon aquel día mucha posesión de balón intrascendente. El mediocampo de ellos, curiosamente formado por jugadores más creativos que destructivos, supo sacrificarse y taponar todas nuestras vías de pase. Hitzfeld levantó un adarve impenetrable para La Roja. Planteó un partido sin aposturas, sabedor de que tendría su oportunidad a la contra. Como así fue: Fernandes, en el minuto 52 de partido, decidió recluirnos en un limbo de incredulidad. Tras esa diana el equipo no sólo no levantó cabeza, sino que además acentuó su aspecto agónico de ahí hasta el final.

Lo cierto es que en la opinión pública de nuestro país, de resultas del inesperadísimo traspié, pareció infiltrarse el aliento del pesimismo. Un pesimismo que infectó de malestar nuestros días, que removió no pocos recuerdos tenebrosos que hubiésmos preferido mantener anestesiados, ya que pese a ser los actuales campeones de Europa, la maldición de los cuartos de final en fases finales de los Mundiales seguía vigente. Otrosí: in illo tempore, ningún combinado nacional se había alzado con el cetro mundial tras perder su primer partido en el torneo. Tampoco ayudó que Luis Aragonés irrumpiera en la escena con esa cazurrería vehemente que nace de las ganas de sentirse protagonista.

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Foto: REAL MADRID

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