Sandro Rosell, sin grandeza


Ni se presentó como un iris de paz, ni satisfizo a quienes pensaban despepitarse por mor de su invectiva. La tan anunciada rueda de prensa de Sandro Rosell, en la que supuestamente "iba a hablar", como casi todas las cosas que se hacen a destiempo, careció de grandeza; bien se la podía haber ahorrado si no iba a orillar nada ni a contentar a sus sectarios de siempre. Si se trataba de elucidar que Mouriño es muy malo, de advertir que se malquistará con Florentino Pérez si se repite lo de este año, de acusar al Real Madrid de algo que jamás podrá probar, y de no hacer autocrítica alguna, hubiese sido mejor no remover una malsana crispación que la canícula vacacional ya había apaciguado.

Dios quiera que, con vistas al próximo curso, los dos grandes del fútbol español abriguen planes más allá de las acusaciones cruzadas. No será fácil y, dicho sea paso, en nada ayudarán las declaraciones que ayer hizo el mandamás culé. No estaría de más recordar que fue el propio Rosell quien libertó la crispación de una letanía de Clásicos (http://laquintadelbuitre.blogspot.com/2011/04/rosell-y-la-hipocresia.html), gracias a un pronóstico sobre la final de Mestalla cuando menos encopetado, que ya en aquel 31 de marzo se vislumbraba sembrada de sobresaltos y anatemas.

A ambos, a Real Madrid y a Barcelona, les falta grandeza para reconocer que durante aproximadamente mes y medio su raciocinio fue devorado por un monstruo que ninguno de los dos supo combatir. Los primeros nosotros: somos incapaces de comprender que Mouriño, de tanto embestir contra todo, llegó a perder la noción de la realidad. Y lo de ellos es para mear y no echar gota, verbigracia: se antoja harto complicado violentar las palabras de alguien que se cubre la boca para decir algo (en este caso: "Mono"), señal inequívoca de que lo que sale por la misma es del todo castigable (por decir "mucho morro" no sancionan a nadie; otrosí: las imágenes no dejan hueco a la duda). Sucedieron más cosas, huelga decirlo, si bien es mejor no limpiar los quevedos para volverlas a ver.

Cuando esos cuatro partidos cuasi seguidos, ambos oponentes se fulminaron con miradas de rabia y desprecio; el debate que se suscitó fue digno de las emociones despertadas y de las cuestiones que estaban en juego. Pero ambos deben admitir sus excesos y no reincidir en ellos; en otras palabras: hace falta grandeza. La que ayer, Sandro Rosell, no tuvo.

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Foto: AS

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