Un sensación tremendamente lisonjera


Todo Real Madrid-Bayern de Múnich adquiere tonalidad purpúrea, como de heridas abiertas. Una reminiscencia lacerante desgonza el rostro de uno y otro por culpa de pasadas experiencias fallidas que se atragantaron a ambos. Siempre se examinaron con parsimonia, como el duelista examina a su adversario, antes de esos partidos que desprendían un olor a batalla que perforaba las pituitarias. A veces nosotros conseguimos enterrar sus ensoñaciones triunfales; otras veces ocurrió lo contrario. Pero, en cualquier caso, quedaron eliminatorias igual de vibrantes, con mucha presión, mucho fútbol, y no menos emoción. Más de uno, ante estos R. Madrid-Bayern, era incapaz de espantar la tensión; los encaraba con las manos húmedas, impregnadas de esa exudación que anticipa el peligro.

Recuerdo el día en que Jean-Marie Pfaff se envaró y dedicó un corte de mangas a los ultrasur; lo malo es que éstos repusieron con una lluvia de objetos que nos condenó (con vistas al año siguiente) al destierro de Mestalla (para jugar contra el Oporto, a la sazón campeón de Europa) y al trágala de la puerta cerrada (frente al Nápoles de Maradona). Y también recuerdo el día en que el histórico y nunca suficientemente encarecido Juan Gómez 'Juanito', por un puro apetito de destrucción dictado por la insania, optó por hollarle el rostro a Lothar Matthäus. Ya en pleno siglo 21 es imposible no invocar el recuerdo de Nicolás Anelka, que sólo ante los bávaros se supo investir de la calidad advertida en él previamente, cuando descollaba en lo que hoy se hace llamar Highbury Square. Pero sería injusto soslayar tanto los vuelos de Oliver Kahn como los pases milimétricos de Stefan Effenberg (qué bueno era), que tornaban en ímprobos o (perdón por término tan crudo) irrealizables nuestros anhelos. En fin, se podrían recordar tantas y tantas cosas...

Ayer estos dos colosos se volvieron a encontrar, en el Santiago Bernabéu, al derredor de esa filantropía que siempre tiene la causa noble. Se trataba de la segunda edición de una iniciativa benéfica, 'Corazón Classic Match 2011', no de uno de esos envites en que las respiraciones de los jugadores parecen coagularse en el aire suspendidas por la estupefacción. Veteranos de ambos conjuntos, con los excesos acumulados en sus buches, en unos más que en otros, hay que decirlo (porque lo de Súker y Elber, sobre todo lo del croata, clama al cielo), nos hicieron girar la vista hacia recuerdos pasados. Fue una sensación tremendamente lisonjera. Zidane trabó con Butragueño amistad futbolística, aunque el gol de la noche corrió a cargo de Paulo Sergio.

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Foto: AS

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