La colonización de Cristiano


Hay equipos para los que un compromiso amistoso/veraniego no es sino el engorro del que gustosamente se hubieran alejado, si de ellos hubiera dependido; equipos cuya desgana les impide disfrutar de una contienda que pasa ante sus narices sin que quieran olisquearla, de la que se sustraen por la falta de acicate. No bien acabó la catatonia granadina del Atlético de Madrid, agradecí profusamente la actitud competitiva con que Chivas complicó la vida del Real Madrid. ¿Por qué? Porque dio sentido al tiempo que invertimos para ver el partido, algo que no hizo el cuadro rojiblanco en el triangular que disputó contra Granada y Besiktas.

Los mexicanos presionaron la salida del esférico de los zagueros madridistas con esplendidez colectiva y convicción sin fisuras. El decorado se amoldaba a las capacidades de Xabi Alonso como un guante, pero el tolosarra no estaba disponible. Los nuestros globalmente rayaron a buen nivel, pero hubo fases de la primera mitad en las que se empeñaron nocivamente en atacar por el centro; también hubo fases del primer período en las que la cohabitación entre Marcelo y Coentrao se vio resquebrajada, y en las que Kaká y Özil no hablaron el mismo idioma.

Luego del descanso, la entrada de Callejón vino bien al equipo. Rafael Varane exhibió buena colocación y algún corte a ras de suelo de gran nivel. Fue el joven francés una grata sorpresa, al igual que Karim Benzema, quien pese a no marcar generó ocasiones y se movió con soltura. Cristiano Ronaldo, quien durante todo el tiempo se dio a la tarea de buscar un alojamiento digno a sus perennes ansias de notoriedad, colonizó las postrimerías del choque gracias a su hat-trick. Enorme él.

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Foto: MARCA

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