Los amistosos importan


La España de los partidos amistosos se empeña en malbaratar el capital de juego otorgado por la historia y el crédito futbolístico ganado a pulso durante los choques oficiales; se empeña en convocar al desastre cuando debe dar brillo a la estrella en encuentros que sirven únicamente para la recaudación, por culpa de una actitud que en su misma abulia lleva inscrita su condición derrotista. Este rasgo de personalidad apareció fenomenalmente reflejado en la primera parte de Bari frente a Italia, si bien la preocupación se incrementa porque no es la primera vez que brota durante el último año; antes brotó contra Argentina y Portugal. Yo opté por la comprensión cuando argentinos y portugueses nos dieron paliza de forma incuestionable. Pero tanta reiteración no me agrada un pelo.

Algunos iluminados restan transcendencia a estos sainetes, y sólo hablan de ellos para el fin pragmático de establecer un contraste: "Antes ganábamos éstos (partidos) y perdíamos los de verdad; ahora ocurre al revés". Palmar error y nefastísimo enfoque: en los amistosos se crece colectivamente, se alcanzan automatismos impagables y se gana confianza; porque de no ser así: ¿cuándo ensaya un seleccionador con sus jugadores, cuándo los acopla o les pule defectos, cuándo introduce éste sin situaciones de riesgo caras nuevas (Thiago Alcántara y/o el urgente sustituto de Joan Capdevila) y vías de ataque alternativas? Muchos no hacen más memoria que del dolor de antaño, cuando ganábamos todos los partidos amistosos antes de caer en cuartos; y tanta memoria han hecho, que han acabado por interrelacionar ambas cosas. No entiendo por qué ganar amistosos es inherente a capitular el Día D; la España que ganó la Euro derrotó previamente a Italia en Elche, y la que campeonó en Sudáfrica venció antes a Inglaterra en Sevilla y a Francia en París. Esos encuentros eran amistosos; amistosos que tuvieron su importancia, como la que tuvo en 2007 el triunfo también contra Inglaterra en 'El Teatro de los Sueños', gracias al golazo de Andrés Iniesta.

No es una locura catalogar de milagro el empate a uno con que se bajó el telón del primer período ante los 'azzurros'. Y es que los de Cesare Prandelli hicieron un gol y si no irrumpen en escena Íker Casillas y el poste hubieran marcado tres más. Luego en la segunda parte, es verdad, se cayó segregando dignidad y con una retaguardia remendada, merced a un rechazo fortuito. Hasta podríamos pretextar en aras de lo injustificable que Fernando Llorente tuvo en sus pies el 1-2. Pero mal vamos si asumimos que en los amistosos los cisnes disponen de venia para convertirse en cuervos, descuidando aspectos tan básicos como la preparación y la dinámica. Porque se pierden primero los partidos de mentira y después, inexorablemente, se pierden los de verdad. Y supondría una pena, pues tenemos potencial para seguir conquistando trozitos de gloria. Ah, por cierto, a quienes aducen en defensa de los seleccionados la extemporánea fecha del partido y el inapropiado tacto de Ángel María Villar, les digo que el antedicho es el mismo que abonó a aquéllos una millonaria prima por ganar el Mundial. Hay que estar a las duras y a las maduras.

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Foto: MARCA

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