Arte irlandés de los siglos VII a X

La isla de Irlanda se mantuvo al margen del mundo grecolatino y la llegada del cristianismo allí (por mor de la figura de san Patricio) fue tardía, razones por las cuales las manifestaciones cristianas primitivas e ulteriores siempre llevaron un singular regusto céltico. La organización eclesiástica en Irlanda gravitará en torno a complejos monásticos y eremitorios de los ámbitos rurales, no en el sistema de catedrales y parroquias de los centros urbanos. El siglo VIII es el de mayor esplendor en la Irlanda cristiana y sus centros monásticos. En el siglo IX llegan los pueblos vikingos, fundan ciudades costeras como Dublín, permanecen hasta XII y dan pie a la cultura hiberno-vikinga dada su conversión al catolicismo en el X. La primera arquitectura cristiana es sencilla: estructuras en piedra que corresponden a modestos oratorios con forma de barco invertido (boat-shaped), como el Oratorio de Gallarus, pero asimismo se dieron estructuras rectangulares cubiertas con techumbre de madera a dos aguas y torres circulares en piedra con cubierta cónica. Del siglo VIII hay muy destacadas piezas relacionadas con el arte del metal: el Broche de Tara, la Paterna de Derrynaflan o el Cáliz de Ardagh, todas en plata recubierta de plata sobredorada, adornadas de esmalte y ámbar y penetradas con motivos geométricos complejos y entrelazados, si bien es la Placa con Crucifixión de Rinnagan la expresión más cimera de este tipo de piezas, dados su esquematismo formal, carácter figurativo y composición conformada por Jesús, dos ángeles y dos soldados romanos que le torturan, entre los que se distingue Longinos clavándole su lanza en el costado. Aunque el mayor virtuosismo del arte que nos ocupa quedó reservado para la ilustración de manuscritos. Destaca el Libro de Durrow (650-700), el cual contiene el texto de los cuatro Evangelistas (no faltan las representaciones del Tetramorfos, pero se da un cambio entre los símbolos de Juan y Marcos), motivos geométricos o animales entrelazados formando cruces, todo ellos en vivos colores y con figuras presididas por un extremo esquematismo; destaca también el Libro de Lindisfarne (hecho en el norte de Inglaterra, en Northumbria, hacia el 700, lo que prueba la influencia del monacato irlandés en Gran Bretaña), reseñable entre otras cosas por su gran decoración simétrica con motivos entrelazados de muy arcano origen; tampoco es omisible el Libro de Durrow, pues aquí los Evangelistas aparecen de manera más naturalista (fruto de la influencia bizantina) y se emplea el griego para referirse a Mateo (Hagios); ha quedado para el final el más señero de los manuscritos: el libro de Kells, de hacia el 800, conservado en el Trinity College de Dublín, continuador de la tradición irlandesa del libro de Durrow pero con más miniaturas y un esquematismo menor, con representaciones de la virgen con el niño y episodios de la vida de Cristo como las Tentaciones en el desierto o el Arresto, donde se usan colores vivos muy contrastados y uso artificioso de los pliegues y las posturas forzadas, que contiene los cuatro Evangelios y, entre otros textos, las tablas canónicas de Eusebio de Cesárea. En cuanto a la escultura destacan las cruces erigidas en piedra a cielo abierto (las de madera no se conservan): las High Crosses, levantadas a partir del siglo VIII, pero sobre en el IX y el X, en una altura que iba de los 3 a 6 m. y orientadas en sentido este-oeste, y cuyo antecedente eran las Piedras de Ogham del siglo V. Destacan por sus decoración geométrica y figurativa muy esquemática. La Cruz de Carndonagh (de hacia 675) es una manifestación muy sugestiva que, sin embargo, no desarrolla plenamente esta tipología compuesta por un plinto troncopiramidal, cuerpo en forma de cruz con un círculo alrededor de la intersección de los brazos, coronación variopinta (que va desde el bloque troncocónico al edículo rectangular con techumbre a dos aguas) y decoración las más de las veces bíblica (Daniel en el foso de los leones, Sacrificio de Isaac, Crucifixión, etc.). Citaremos la Cruz de Moone del siglo IX y con relieves del Sacrificio de Isaac y Daniel en el foso de los leones, la Tall Croos de Monasterboice (mide 6,5 m.) con representaciones de Moisés haciendo brotar el agua de la roca, la Epifanía, el Arresto, la Incredulidad de Sto. Tomás o el juicio final. La mayor influencia de estas piezas tuvo lugar en la zona oriental de Irlanda y en el norte de Gran Bretaña.

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