Las quejas de Schuster; las exigencias del club

La ambición debe empujar a un club como el nuestro en el hallazgo de la mejora, a avanzar hacia nuevos horizontes, en busca de nuevos refuerzos. Viendo las posibilidades que ofrecía el mercado, se puede decir que Barcelona, Villarreal y Sevilla ficharon lo que, en la mayoría de los casos, quisieron. E incluso el Valencia, dentro de sus limitaciones, consiguió retener a sus dos cracks: Silva y Villa. Por contra nosotros caímos al abismo de las rencillas intestinas, Mijatovic y Portugal deberían ser puestos en la frontera, de los que se consideran ocupantes y ocupados. Rara vez nuestra autoridad en el mercado sufrió tan ciclópeo desgaste y consiguiente menoscabo. Dicen que hubo mala suerte, pero cuesta creer que ésta sea tan lacerante.

A Schuster le pedirán el oro y el moro, cuando la verdad monda y lironda es que este plantel carece de la amplitud necesaria para ser fiable en varias competiciones. El entrenador alemán observa indignado como algunos viven en unos castillos repletos de exigencias para los demás, pero que son incapaces de aplicarse a sí mismos. Y Schuster, que es licenciado de rizar el rizo de la jactancia, que se maneja como nadie en el barrizal del adjetivo y que no da carne al sustantivo insulso que alimentan algunos de sus colegas, hará que se oigan sus quejas. El año pasado vimos a un Schuster hirsuto, rijoso: sus ruedas de prensa fueron un compendio de bocatería. La cosa promete. Esta vez razón no le falta.