Tonatiuh

Una cosa es cierta: los primeros humanos crearon a los dioses para poder ser más felices o, si se prefiere, para ser menos infelices, para librarse de los miedos y sombras que les rodeaban. Eran, sobre todo, dioses más poéticos, algo que se ha perdido en las religiones más modernas. No sólo más poéticos, también eran más cercanos.

A veces pienso que el madridismo fue el que creó a Íker Casillas, por dos causas: 1ª, porque estos dioses de los que hablo fueron creados por el ser humano según sus propias necesidades; 2ª, porque muchos de sus logros, pese a su incuestionable categoría, a lo largo de su carrera (final de la Champions en Glasgow ante el Bayer Leverkusen en 2002 ó la tanda de penales frente a Italia en la Euro del pasado verano) han sido más producto de lo divino que de lo futbolístico. Para mí Íker sería Tonatiuh, según los mayas y los aztecas: Dios que va repartiendo luz.

Tonatiuh entró ayer en la historia de la Selección española. Estableció una nueva marca de imbatibilidad. Pero él, al contrario que otros, no se señala el dorsal, no actúa pro domo sua. Siempre preconizó, incluso en situaciones en que era el protagonista absoluto y la situación invitaba al revanchismo, la labor de sus compañeros. Antes hablé de la 9ª en Glasgow: nunca olvidaré cuando le vi, con los focos apuntándole en primera persona, agarrado a César y señalándole con su dedo índice (el actual meta de los 'Spurs' inició el partido de titular). Esto vale más que los records.