Variopintas causas

Variopintas causas podríamos argüir en la caída de Scolari: un rígido 4-2-3-1 que sólo dio resultados fuera de Stamford Brigde, el bajo estado de forma de Drogba, la lesión de Joe Cole, el imposible entendimiento de Lampard y Ballack en la zona ancha, el frustrado fichaje de Robinho, la escorada ubicación de Deco o la falta de un buen mediocentro organizador (el joven nigeriano Obi Mikel no ha evolucionado como se esperaba de él y muestra pingües carencias). Pero la causa principal, por encima de todas, ha sido la desconfianza vital de Roman Abramovich.

Parece que Abramovich aún está inmerso en muchos procesos de análisis; sus pensamientos le han llevado por las andaduras de la ilógica; sus petrodólares orientales han llevado a la Premier ademanes occidentales. Despide técnicos con una facilidad sólo vista en el R. Madrid. Si los entrenadores fueran bacterias, el plutócrata ruso sería un leucocito que las fagocitaría. Primero despidió a Mourinho; después, a Avram Grant; ahora, a Scolari. Tres destituciones en diecisiete meses y, la del brasileño, a menos de veinte días de la eliminatoria de Champions contra la Juventus. De diván.